Hackeando Nuestro Inconsciente

Cuanto más averiguamos sobre la mente, más poder e importancia le damos a nuestro inconsciente. ¿Por qué tomamos las decisiones que tomamos?  ¿Por qué nos comportamos de la manera en que lo hacemos? ¿Nosotros elegimos de forma consciente?

Siempre habíamos creído que el inconsciente se encargaba de las pequeñas cosas, automatismos que nos permiten levantarnos por la mañana y vestirnos, caminar, cruzar la calle mientras pensamos en nuestras cosas, y poco más. Pero para lo sofisticado y complejo, para tomar decisiones importantes, teníamos que recurrir a la conciencia. Pues bien, estábamos equivocados. Resulta que más del 90% de nuestras decisiones y nuestros comportamientos los rige nuestro inconsciente, sin que nosotros conozcamos las razones o las causas que le mueven.

Cosas como los objetivos que perseguimos de manera consciente, lo que nos motiva, las cosas que uno quiere, las evaluaciones, las preferencias, lo que a uno le gusta o no, todas estas cosas se fundamentan y basan en la información del sistema inconsciente. Así que el inconsciente entra en juego y nos influye, y a menudo nos aporta las respuestas que necesitamos para la vida diaria.

Sin él la vida sería casi imposible. Se encarga de ayudarnos a entender el mundo que nos rodea y a tomar las decisiones que mejor nos convengan. Es una especie de piloto automático en el que confiamos, un gps emocional, una guía de conducta que seguimos sin darnos cuenta de ello.

Pero, ¿qué hay en el inconciente?

El inconsciente está formado por todo el conjunto de pensamientos y sentimientos que se gestan en nuestra mente. Está plagado de archivos de información de las experiencias vividas. Pero esa memoria no corresponde solamente a nuestras vivencias, sino también a todo el conjunto de experiencias que hay en un entorno y a las que yo presto atención y se entremezclan con mis archivos de información. Lo mío, lo de mi amiga, lo que aprendí de mis padres, lo que me contaron, la película que me impactó, lo que una vez fantaseé. Todos estos archivos de información, todos los aprendizajes, conforman lo que la PNL llama “programas mentales”. Como si de un ordenador se tratara, el cerebro humano necesita estos programas para poder funcionar. Tenemos programas para caminar, comer, vestirnos por la mañana, así como para pensar, sentir y actuar de una manera determinada sin que seamos concientes de ello.

Los sistemas de creencias

Una creencia es una idea o pensamiento que se asume como verdadero. A lo largo de nuestra vida hemos ido absorviendo aprendizajes que han conformado la base de nuestras creencias. Las creencias, junto con los valores, forman el soporte de todos nuestros comportamientos.  Algunas nos ayudan a funcionar de forma adaptativa, pero otras nos limitan y bloquean. Si creemos, por ejemplo, que “conseguir algo bueno requiere mucho sacrificio”, puede que de manera inconsciente escojamos opciones que requieran mucho esfuerzo porque lo “simple” no lo tenemos integrado, de manera que no lo vemos. Otra como: “el dinero es malo, sucio”,   puede condicionarnos de adultos a la hora de conseguir dinero, porque se produce una incongruencia en el pensamiento, “algo malo, sucio” no lo queremos para nuestra vida. Si por ejemplo tenemos  la creencia de que “el amor es dolor”, lo más seguro es que escojamos a aquellas personas o relaciones que nos  hagan sufrir, corfirmando y alimentando nuestra manera de pensar.

Debajo de nuestras capacidades, también están nuestras creencias. Si yo creo que puedo con algo, es verdad. Si yo creo que no puedo, también es verdad. Éstas pueden impulsar nuestras capacidades o bloquearlas.

También tenemos infinidad de creencias asociadas a nuestra identidad. La identidad es todo eso que asumimos ser. Todo lo que va detrás del “yo soy…”. Si ponemos el foco en rescatar todo aquello que asumimos ser o decimos de nosotros mismos y que nos resulta limitador podríamos estar horas. “Soy un desastre”, “soy vago”, “soy débil”,… Tal vez fueran otros quienes pusieron la semilla de este tipo de creencias en nuestro inconsciente, pero nuestra mente lo creyó, se identificó con ello, y toda esa información acabó formando parte de nuestra identidad sin que apenas pudiéramos hacer nada para evitarlo.

¿Podemos cambiar nuestra programación?

Si estamos programados por todas las experiencias vividas, todo lo sucecido, todo lo que nos hemos creído, y el inconsciente es quien toma el 95% de las decisiones, ¿qué hay de nuestro libre albedrío? ¿La capacidad de obrar por reflexión y elección? ¿Podemos cambiar nuestros programas?

Buenas noticias, la respuesta es sí. Al igual que en un ordenador desinstalamos un programa que ha quedado obsoleto por otro más funcional, podemos hacer lo mismo con nuestra mente. Podemos desactivar las vías neurológicas que corresponden a viejos pensamientos y creencias limitadoras y empezar a crear otras nuevas, con información diferente. La que nosotros decidamos que forme parte de nuestra vida.

Un primer paso en dirección al cambio es observar nuestro pensamiento. Convertirnos en “estudiosos” de nuestra mente, con el objetivo de detectar todas estas creencias que nos impiden desarrollarnos plenamente. ¿He decidido yo creer o pensar esto? ¿Por qué pensamiento decido sustituirlo? Son preguntas que podemos hacernos para ayudar a parar el carro de lo obsoleto y crear nuevas vías neurológicas. Y como todo, entrenando se instala.

Ya hemos visto que el inconsciente es tremendamente poderoso pero, empezar a ser conscientes de esto, saber cómo funciona nuestro cerebro, nos va a permitir actuar como auténticos hackers de nuestro inconsciente, colarnos en el sistema e influir en él. Darle a nuestro cerebro la información adecuada e impulsarle  para que nos ayude a cambiar nuestra vida por la vida que queremos y merecemos.